Íncubos:
Demonio masculino que se supone se posa en la víctima durmiente,
especialmente mujeres, para tener relaciones sexuales con ellas, pueden
buscar tener un hijo con ellas y las leyendas cuentan que pueden
conoserce por su inusualmente frío pene. Tambień se dice que la víctima
vive la relación como en un sueño y no puede despertar de éste, la religión cree que puede llegar a provocar incluso la muerte.
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Yacía en la soledad del frío bosque, tendida en el suelo, luchando por dar a luz, el dolor del momento era indescriptible y el desprecio de su padre lo hacía aún más insoportable, no le quedaba más que aferrarse a lo único que le quedaba en el mundo, una criatura que no encajaba con su bella inosencia, una bestia que luchaba por salir de su vientre y febrilmente se abría paso por las entrañas de la chica, un ser bellísimo, de sangre helada y mirada vacía, de ella, lentamente, nacía un demonio.
Kuchiki Rukia, una chica bellísima, piel nívea, ojos violeta azulado, cabello negro como la noche, labios carnosos y nariz respingada, cuerpo grácil y elegante, de baja estatura y una personalidad demaciado fuerte como para las señoritas de la época, pertenecía a una prestigiosa familia noble, los Kuchiki, un linaje de cientos de años de antigüedad, tradición y elegancia las llevaban en las venas.
Rukia tenía a su padre, Kuchiki Byakuya, un hombre guapísimo, sueño de todas las chicas de sociedad, frío y calculador era un señor muy apegado a las reglas, los principios y la tradición, podría describirse como un caballero "enchapado a la antigua", además de que nunca mostraba sus sentimientos, pero no siempre fue así, años atrás se había casado con una campesina; Hisana, una chica sin apellido pero que, a pesar de la diferencia de clases había logrado llegarle al corazón, Hisana era una mujer muy especial, además de preciosa, de su matrimonio nació Rukia, una niña idéntica a ella pero lastimosamente Hisana murió al dar a luz, su cuerpo era muy frágil.
Desde el inciedente con su esposa a Byakuya sólo le quedaba una conexión a ese amor tan profundo que alguna vez sintió, Rukia. Trataba a su niña como a una muñeca de porcelana, compraba para ella los vestidos más costosos, ataviados de encajes, tules y adornos de las más bellas telas y la más fina pedrería, le traía toda clase de alimentos nutricionales que le mantenían la piel bella y radiante, dulces para cumplir sus caprichos, que solían ser pocos, carísimos oleos y lienzos, joyas de oro, diamante y zafiros, de los que gustaba mucho, su enigmático color azul la atrapaba y podía pasar horas mirándolos, imaginando un mundo diferente.
Rukia era la chica perfecta, hermosa, talentosa y obediente, sabía tocar el arpa, el piano y la ocarina, tenía una voz celestial y un especial talento para la pintura, podía atrapar cualquier momento en el lienzo o dibujar sentimientos con carboncillo y papel, también gustaba del baile, se movía con la elgancia de una gacela, sencillamente facinaba a todos con su ostentosa cantidad de talentos, en especial a su padre, quien le admiraba con especial devoción, esa chica era el reflejo exterior de su amada, pero por dentro, no podían ser más diferentes, a pesar de la sensibilidad artística de Rukia, ella era una chica con un temperamento muy fuerte, sacarle una sonrisa que no fuera simple pose se convertía en una misión imposible, además de ser fría, como su padre, en cambio Hisana, era como un sol, bella, vivás, amable y con una sonrisa permanente en el rostro, incluso en el momento de su muerte, luego de ver a su pequeña sonrió, era un alma sincera y siempre lo seguiría siendo.
Byakuya amaba demaciado a su hija, recibía diariamente una infinidad de ofertas para comprometerla, principes, duques, varones, hasta ilusos campesinos le pedían la mano de su bella niña pero el negaba todas las peticiones, no había hombre en este mundo digno de su hija, aunque sabía que tenía que buscarle un marido pronto, si no la sociedad empezaría a hablar, por el momento Rukia era joven, pero nada dura para siempre, entonces sería tarde, y aunque quisiera que ella estuviera siempre para él, tarde o temprano también moriría y no quería dejarle sola, sería injusto de su parte.
Luego de una incansable búsqueda, exaustivas investigaciones y un sin fin de pruebas tenía dos candidatos a convertirse en esposos de su hija; el hijo del duque, Ulquiorra Ciffer, y el principe Grimmjow Jeaguerjaques, ambos muy buenos postores y además hombres adinerados.
No sabía a quién elegir, ambos eran caballeros dignos, además de apuestos, ambos amaban a Rukia y ella sentía gusto por ambos, hubiese sido una decisión difícil de no ser por el rumor que corría respecto a Ulquiorra, a odios de Byakuya llegó un chisme que hablaba sobre una aventura que envolvía a Ciffer y una dama de nombre Inoue Orihime, al aprecer mantenían una relación desde un par de años atrás, pero al no ser Inoue una chica de sociedad, se había mantenido en secreto, para comprobar la vericidad de la noticia, Byakuya envió un espía a seguir a Ulquiorra sin que Rukia lo supiera, si era verdad el espía tenía ordenes estrictas.
Al seguirle durante un par de horas a través del bosque de los lamentos, llamado así por los escalofriantes sonidos que perpetraban durante la noche, encontró con que en la espesura de éste, el palido candidato de Byakuya se dirigía a una pequeña cabaña, en la cual, al parecer se encontraba alguien puesto que salia un débil humo de la chimenea. El hombre esperó a que Ulquiorra entrara a la cabaña y se escondió habilmente para poder mirar a través de la ventana, al asomarse encontró al hijo del duque muy acaramelado con una chica de inmensas curvas, divina por cierto, entonces, siguiendo las ordenes de su jefe disparó contra el joven, dejando un charco de sangre en el suelo y a su chica llorando desesperadamente sobre el cadáver de su amado, cuando el espía de Byakuya se fue Orihime se ahorcó sobre el cuerpo del Ciffer, dejando una escena macabra pero testigo de un amor.
-Mi lord, el trabajo está listo, cuando encuentren el cuerpo creeran que le robaron.
-¿Qué paso con la doncella?
-No lo se mi lord, cuando me fui lloraba desesperada sobre el cadáver del hijo del duque.
-De acuerdo, gracias por tu trabajo, tu paga está sobre la mesa.
-Gracias mi lord, me retiraré cuanto antes.
Un par de días después se encontró el cadáver de Ulquiorra Ciffer, como había prometido el hombre se había dicho que había muerto por un robo, entonces Orihime por desesperación se había ahorcado, Rukia lloró la muerte de su pretendiente un par de semanas, aunque el hecho de que estuviera con otra la ayudó a superar el hecho de forma más simple, luego de guardar luto por la reciente muerte se tomó la decisión de que Rukia se casaría con Grimmjow, unos cuantos meses de preparativos y la adorada hija de Byakuya ahora sería de otro, eso no lo ponía muy feliz pero si su hija se sentía bien, nada más importaba.
Dichosa, no, feliz, no, complacida, tampoco, resignada, tal vez, Rukia se había comprometido con el apuesto principe Grimmjow Jeaguerjaques pero no se sentía bien con ello, era cierto que le gustaba mucho, era apuesto, caballero y le amaba pero ella no sentía más que admiración y cariño hacia el hombre, aunque si casarse con él haría feliz a su padre ella estaría bien.
Durante un par de meses Grimmjow trató de ganarse el corazón de Rukia con costosos regalos, paseos a lugarse mágicos e incluso uno que otro beso robado, el cariño entre ellos había crecido inmensamente pero no era más que eso; cariño, ambos estaban dispuestos, Grimmjow idolatraba a esa chica, ella le tenía una inmensa admiración pero amor, eso nunca existió.
Hace bastantes años que no había una noche sin luna, pero ésta era distinta, una noche negra, fria, escalofriante, había una carga eléctrica en el aire capaz de distorcionar la propia realidad, como casi todos los día Rukia subió a acostarse temprano, su cuarto se encontraba especialmente helado y la tensión se cortaba con la mano, como si hubiera algo más allí, algo que no podía ver, sin prestar mucha atención se pusó la pijama de seda azul cielo y con el calor del fuego de su chimenea se durmió en cuestión de segundos.
Faltando unos cuantos minutos para la media noche la chica despertó apurada, puso sus ojos en cada rincón del cuarto pero no encontró nada, cambió de posición y al girar en la cama se encontró con una alta figura en el dosel del lecho, una tenue luz que entraba por la ventana le dió una perfecta imagen de un hombre desnudo, cuerpo muy entallado, musculos definidos, expresión dura, ojos marrón chocolate, ceño fruncido y lo más engmático; una brillante cabellera naranja. Ante la presencia de aquel extraño Rukia no sintió ninguna clase de miedo, no sabía por qué pero había algo en aquel hombre que le inspiraba confianza, o más bien atracción.
-¿Quién eres?
-Kurosaki Ichigo
-¿Qué haces en mi habitación?
-Eres mía
-¿De qué demonios hablas?
-Esta noche, al fin, luego de tantos años, serás mia
-¿Pero qué dices, eres un fenómeno, alejate de mi?
-Pequeña Rukia, soy tu destino.
El apuesto hombre se acercó a ella, retiró las mantas que le cubrían y empezó a deslizar lentamente la larga pijama rozando suavemente la nívea piel de sus torneadas piernas, Rukia mostró resistencia trtando de escapar por el lado contrario de la cama pero el mismo espectro la atrapó por los hombros y la arrojó bruscamente al suelo, justo como había hecho con la larga falda deslizó el tirante de su hombro izquierdo dejando al descubierto el perfil de sus pequeños pechos, Rukia cerró los ojos.
-Mi lady, levántese, es hora de su desayuno con lord Grimmjow.
-¿Qué, qué está pasando?
-Tiene que alistarse para encontrarse con su prometido.
-Oh, gracias a Dios, fue sólo un sueño.
-¿De qué habla mi lady?
-Nada importante Momo, prepara mi baño, iré en un minuto.
-Como ordene mi lady.
Rukia alistó el nuevo vestido que su padre había comprado para ese día en especial, color blanco con encaje negro, cuello bandeja y mangas largas, sentía especial simpatía por esa clase de ropa, le lucía perfecta puesto que era pequeña y delgada, entonces el escote no se veía vulgar en ella, alistó los accesorios y se dirigió al baño que había preparado para ella Hianmori.
El agua estaba deliciosa, tibia y aromatizada, jutso como a ella le encantaba, entonces cuando estaba bañando su espalda se fijó en un pequeño rasguño en su hombro, más bien como tres uñas que se habían clavado en su piel, entonces recordó cuando en su sueño, ese hombre la había tomado por los hombros para arrojarla al suelo, lavó la herida y sintió un frío espectral en vez del ardor normal de las cortadas, miró horrorizada el pedazo de piel pero luego de retirar la esponja quedó como nueva, decidió restarle importancia creyendo que simplemente era una alucinación por la impresión del sueño, terminó de bañarse y se perfumó para su pretendiente, ese día saldrían de paseo y en la noche asistirían a un baile.
Había sido una tarde muy placentera, caminaron a orillas del lago, a trevés del camino de piedra del bosque, almorzaron en un pequeño claro repleto de flores y al aterdecer tuvieron que separarse puesto que como aún no estaban casados no podían llegar juntos al baile, Rukia retocó un poco su rostro con el maquillaje que su padre había traído de Francia, se puso una gargantilla de oro con retoques de plata y arregló un poco su cabello, subió al carruaje que le esperaba fuera de la mansión y llegó deslumbrante al baile de máscaras, se puso la suya color plateado y entró esperando encontrar a su prometido.
Al pasear la mirada por el salón no encontró la cabellera azul cielo que llegó buscando, pero algo llamó su atención, un hombre de elvada estatura con el cabello naranja brillante, no supo ni por qué pero se dirigió corriendo hacia donde estaba el chico y sin el menor atizbo de desencia le levantó la máscara para llevarse una completa desilución al encontrarse con un hombre al que jamás había visto, el aludido se alejo de ella con una mirada de disgusto a la que no le prestó atención.
Luego de pensar que se había vuelto paranoica por su más reciente sueño decidió ir a buscar una bebida, al servir el champagne se encontró con el principe Jeaguerjaques quien le saludo con un suave beso en la delicada mano y la invitó a bailar, danzaron al ritmo de la suave música unos veinte minutos y luego se dirigieron afuera a tomar un poco de aire fresco, Grimmjow la abrazó por la espalda mientras la escoltaba al bello jardín afuera del castillo.
Al sentarse en la orilla de una fuente de mármol el principe quitó la mano con la que sostenía a Rukia de la espalda, entonces sintió algo húmedo, miró sus dedos y estaban cubiertos de sangre, se alarmó y le dijo a la chica que se volteara para poder ver que tenía, obdiente la Kuchiki giró levemente su espalda y retiró el cabello que le cubría los hombros, así el chico pudo ver tres rasguños que se extendían desde su hombro hasta unos tres centimetros en su espalda.
-Dios, querida ¿Qué te ha pasado?
-No- no lo se, durante el día no los tenía
-Buscaré un galeno que te revise esas heridas
-Gracias por preocuparte pero no es de gran importancia
-Pero podría ser grave, traeré a alguien
-Bien, como quieras.
El principe se fue al interior del castillo pidiendo a Rukia que le esperara en la fuente, ella solamente se recostó sobre una estatua y esperó pacientemente el regreso de su prometido, entonces una sombra llamó su atención, la chica dirigió la mirada a través de unos arbustos y pudo ver una grande silueta, entonces el ambiente se tornó insoportablemente frio, el agua de la fuente empezó a cristalizarse y la figura se acercaba lentamente a ella, cada paso le daba una vista más definida de el espantoso ser, era el mismo que el de su pesadilla, brillante cabellera naranja y apuesto como ninguno, justo cuando le iva a tocar la mejilla entró corriendo Grimmjow y el ambiente cambió drásticamente, como si jamás hubiese existido un frio tan espectral, aunque Rukia no podía olvidar la extraña sensación, Grimmjow quizo mostrarle el razguño al doctor que había traido pero al destapar la espalda de Rukia no había nada.
Luego del baile la pareja quedó exausta, cada uno se retiró a su mansión, Rukia se preparó para dormir, cepillos sus cabellos y se puso una pijama de seda rosa, como la noche anterior encendió la chimenea y durmió plácidamente.
De nuevo, casi al llegar la media noche un frio espectral invadió la habitación, el fuego de la chimenea se apagó de un solo soplo de viento gélido, Rukia despertó rápidamente y se sentó en su cama mirando para todo lado, de nuevo no encontró nada, pero no podía volver a recostarse así, cerró por un momento los ojos y al abrirlos allí estaba él, en los pies de su cama, de nuevo con esa expresión dura en el rostro mirandola fijamente, desnudandola con la mirada, era aterrador, ese espectro, endemoniadamente guapo pero vacío, frió.
-¿Qué haces aquí de nuevo?, esta vez gritaré
-será inútil, esta noche serás mía
-¿Pero de qué hablas?, no digas más estupideces, vete y no vuelvas
-Esperé mucho, será hoy
El hombre la tomó de los pies y la atrajo hacia él, cuando la tuvo completamente inmóvil le sacó la pijama de un solo tajo, no le quedaba más que la delicada ropa interior con la que dormía, el monstruo se deleitaba con las suaves curvas que podía apreciar de ese pequeño cuerpo, la tomó bruscamente de las muñecas y empezó a oler desde su cuello hasta sus pechos, la chica estaba desesperada y empezó a gritar, se agitó bajo las garras de la bestia y cuando abrió los ojos estaba de nuevo en la claridad de su habitación, tenues rayos de sol se colaban por las ventanas y al parecer todo estaba normal, la pesadilla de la noche anterior le había atacado de nuevo.
-Señorita Rukia, el señor Byakuya le espera en la mesa.
-Gracias Nemu, bajaré enseguida.
Rukia se aseó rápidamente, cuando se estaba poniendo el vestido se fijó en un par de marcas moradas en sus muñecas y tobillos, las lavó con la esponja y desaparecieron, tal y como el día anterior, esto estaba empezando a asustarla, pero como había hecho antes decidió dejar así, se alistó con un sencillo vestido azul y bajó a donde le esperaba su padre.
-Rukia, tengo algo importante que decirte.
-Si, señor padre
-Grimmjow fue atacado ayer, al parecer buscaban robarle y entraron en su mansión, entonces el opuso resistencia y lo golpearon.
La chica casi escupe el té que tenía en la boca, había recordado el día anterior cuando esa bestia la había atacado en el castillo, ¿A caso se había enojado con Grimmjow por haber visto su herida?, pero qué tonterias decía, ya estaba alucinando con es pesadilla, tenía que hacer que le revisaran la cabeza o tarde o temprano la perdería.
-Señor padre ¿Puedo ir a visitarlo?
-Irás en la mañana, ya tengo un carruaje listo para ti.
-Gracias Señor padre.
Rukia llegó a la mansión de Grimmjow y lo encontró en su cama, con una gran cantidad de moretones en el cuerpo, al verla entrar el muchacho se sentó con dificultad, ofreciéndole una mirada de preocupación, al notar que la chica se encontraba en perfecto estado, al menos para sus ojos, se tranquilizó un poco, la invitó a que se sentara a su lado y le acarició la mejilla.
-Si te cuento algo, ¿Me creeras?
-Bueno, depende de lo que sea
-No fueron ladrones, ni varias personas, fue un hombre, alto, cuando llegó todo se puso frío.
-¿Tenía el cabello naranja?
-Si, pero ¿Cómo lo supiste?
-Por dios Grimmjow lo he visto durante dos noches, siempre creí que era una pesadilla, pero tu también lo viste, ¿Qué podrá ser? Esto me asusta mucho.
El principe dirigió la mirada a las amoratadas muñecas de su prometida, tomó una de las manos y la besó delicadamente, Rukia le pidió que descansaran y se retiró de la habitación del chico, luego de hablar con él le quedó la completa seguridad de que lo que le pasaba no era producto de un sueño, ni mucho menos, esto era real y si no acababa podría traer graves consecuencias.
Como todas las noches la chica se preparó para dormir, peinó su cabello y se puso una bata de seda roja, encendió la chimenea y se acostó intranquila, tal vez debería quedarse despierta para prevenir cualquier ataque pero el cansancio y el sopor terminaron por apoderarse de ella y se la llevaron lentamente a los brazos de morfeo.
Como las dos noches anteriores, esta era una noche sin luna, el frío congeló el ambiente, se apagó el fuego de la chimenea y Rukia despertó asustada, no quería abrir los ojos, sabía que le esperaba, finalmente la curiosidad le ganó la batalla y al mirar alrededor no encontró nada, parpadeó un par de veces pero nada, tal vez ya había parado, se recostó nuevamente y trató de dormir, pero al cerrar los ojos sintió como la manta que la cubría se deslizó lentamente hacía el suelo.
Al abrir los ojos se encontró de nuevo con él, ese monstruo la miraba fijamente, pero esta vez había algo diferente en su mirada, un dejo de desepero embargaba sus orbes cafes, algo le decía a Rukia que no había conseguido lo que quería, entonces eso lo volvió más implacable, incluzo más salvaje, si podía parecerlo.
-Han pasado dos noches, es la tercera, hoy serás mía y nada va a impedirlo
-¿Qué quiéres de mi?, no soy nada tuyo, déjame maldito idiota
-Desde que naciste, desde que tu madre murió, estás marcada por el destino Kuchiki Rukia, y ese destino se remonta todo a hoy.
-¿De-desde que nací?
-Terminemos con esto de una vez.
El espectro subió a la cama, pusó a la chica debajo de él y le sacó la bata roja, le arrancó la ropa interior y admiró el precioso cuerpo desnudo, no sabía el por qué pero a Rukia ya no le quedaban animos de resistirse, al parecer el destino era inminente, la bestia olio desde su cuello hasta sus pechos, su abdomen, su entrepierna, hasta sus pies y subio de nuevo dejando ligeros rastros de saliva en el cuerpo de la mujer, sin pudor alguno tocó cada rincón accesible, manoseo las pequeñas curvas mientras ésta estaba petrificada en su lugar, dejando al monstruo hacer lo que le viniera en gana con ella.
Luego de divertirse un poco tocando, oliendo y provando decidió que había llegado el momento, Rukia sacó un par de lágrimas silenciosas, esa vestia se había robado su virginidad y su cuerpo era asquerosamente frio, aunque en ese momento no tenía idea de cual de los dos era más asqueroso, si el de él o el suyo propio, luego de un rato el hombre terminó, se alejó con una sonrisa sínica y la dejó ahí, tendida, llorando silenciosamente mientras se aferraba a las sabanas.
Rukia despertó confundida, la pesadilla de la noche pasada fue insoportable, es vestia la atacó sin piedad, aunque solo había sido una pesadilla ¿O no?, le dolía el cuerpo entero, pero tal vez solamente era la tensión del momento, se paró rápidamente y decidió ir a bañarse, al volver a su habitación encontró una escena que la confundió, su hermano y un par de criadas estaban alrededor de su cama discutiendo.
-¿Qué pasa señor hermano?
El hombre, fúrico, se volteó hacia su hija y sin que ésta se lo esperara la golpeó haciéndola caer al suelo, con lágrimas de dolor por el golpe, y por el orgullo Rukia volvió a levantarse y estupefacta miró fijamente a su padre.
-¿Pero qué pasó?
-Niña insolente, yo confiaba en ti, ¿Cómo pudiste?
-¿De qué hablas?
El hombre señaló la sábana blanca que cubría el gigantesco colchón y en el centro, una pequeña mancha, prueba de que lo que había pasado la noche anterior había sido más que real.
-Aprovechaste que tu prometido se encuentra en cama y como cualuier zorra tuviste relaciones antes de casarte, y con otro.
-Yo no, Señor hermano, yo...
-No quiero que me des pobres escusas, vistete y luego veremos qué hacer.
Byakuya decidió no contarle lo acontecido a Grimmjow y si en el momento donde Rukia debía entregar su virginidad a su esposo éste se daba cuenta de tal atrozidad estaría dispuesto a pagar una dote extra por el silencio del hombre, nadie mancharía el nombre de su hija, menos el suyo, antes perdía toda su fortuna.
Un par de mese luego de lo acontecido Rukia no recibió más visitas bestiales, pero algo andaba mal, su vientre crecía lentamente, no era exceso de comida ni nada que se le pareciera, Byakuya decidió llevar un doctor a la mansión para que revisara a la chica, éste lo remitió a la partera confirmando sus sospechas; Rukia estaba embarazada.
El mayor de los Kuchiki, embargado por la ira sacó a su hija de la casa, la exilió de su familia y la condenó a vivir como cualquier criada, trabajando día y noche en las labores del hogar, Rukia obedeció sin rechistar, no estaba en posición de contradecir a su padre.
Tal vez la desición de sacar de esa forma a su hija había sido muy drástica pero ya no podía hecharse para atrás, ella había arruinado su honor y le había hecho quedar en ridículo enfrente de toda la sociedad, ahora el peso de sus actos lo cargaría ella sola.
De vez en cuando Rukia asistía donde una amiga suya, la partera Unohana Retsu, le asustaba demaciado lo que crecía en su interior, su vientre permanecía frío todo el tiempo, en la noche lo helado de su interior no la dejaba dormir y cuando el pequeño se movía era como sentir un tempano de hielo moviéndose dentro de ella, en las noches sin luna esa bestía que le había metido aquel monstruo en el vientre la visitaba, aunque nunca le hacía nada, solamente la miraba durante toda su pesadilla y de vez en cuando pasaba su gélida mano por el vientre de ella, como acariciando un tesoro, luego ella despertaba, como siempre, sintiendo su vientre inusualmente frío.
La chica empezó a sentir insesantes dolores, las contracciones la estaban acosando, habían pasado casi nueve meses y la criatura quería nacer, Rukia quería sentarse en el suelo y sacarla, pero llegó una de las criadas; Hinamori Momo, apurada le avisó que Byakuya le había pedido a un cazador que justo cuando el pequeño naciera lo apuñalara, asi ocultando el hecho de que Kuchiki Rukia alguna vez había tenido un hijo, así de alguna forma terminaría encontrando un pretendiente para ella, así no fuera un principe o un duque, su hija no se quedaría soltera.
Al enterarse de la espantosa noticia Rukia escapó corriendo con dificultad por el dolor, no sabía a donde ir, involuntariamente sus pasos la llevaron a lo profundo del bosque de los lamentos, cuando Byakuya vio la partida de su hija tomó un corsel y con un par de obreros salió en la búsqueda de la chica, al enterarse a dónde se dirigían Grimmjow los acompaño, sus heridas ya estaban casi curadas.
Yacía en la soledad del frío bosque, tendida en el suelo, luchando por dar a luz, el dolor del momento era indescriptible y el desprecio de su padre lo hacía aún más insoportable, no le quedaba más que aferrarse a lo único que le quedaba en el mundo, una criatura que no encajaba con su bella inosencia, una bestia que luchaba por salir de su vientre y febrilmente se abría paso por las entrañas de la chica, un ser bellísimo, de sangre helada y mirada vacía, de ella, lentamente, nacía un demonio.
El pequeño monstruo nació de ella luego de un dolor inimaginable para Rukia, lentamente recobró la fuerza bebiendo un poco de agua de un pozo cercano, tomó al chico en sus brazos y lo limpió con la misma agua, admiró el pequeño cuerpo y vio su gran parecido con la bestia que la había condenado, tenía el cabello negro como la chica pero los ojos marrones, vacíos como ese hombre, no parecía un bebé, más bien una cosa, pero era suyo, le besó la cabeza, se recostó en el pasto con su niño en brazos y cerro los ojos lentamente, para jamás volverlos a abrir.
-¿Dónde está maldita sea?
-Maldiciendo no arreglas nada Byakuya.
-Lo se, lo entiendo, veo que me equivoqué, pero es tarde para arrepentirse...
Los dos hombres se vieron interrumpidos por un viento helado, se apageron las antorchas que llevaban los criados y al moverse unos cuantos pasos encontraron el cuerpo sin vida de Rukia y en sus brazos un pequeño vulto que ese movía insistentemente, Grimmjow se acercó lentamente, soltó el agarre en el que tenía a su amada al pequeño y lo alzó en sus brazos, se estremeció bajo el horrible frio que emanaba el pequeño, parecía abrazando un cubo de hielo, entonces vio el rostro del niño y apretó el pequeño cuerpo horrorisado.
-E-es igual a él
-¿De qué hablas, el padre del niño?
-No es como "El padre del niño", es igual a ese monstruo, no debiste haberlo hecho
-¡Pero escucha lo que dices, estas alucinando!
-Te lo digo, no me robaron, fue esa bestia, esa cosa que aparecía en las pesadillas de Rukia...
Grimmjow se vio interrumpido por un frio mayor al que habían sentido antes, hacia ellos, lentamente, se acercaba una sombra, cada paso la volvía más deifnida y al llegar junto a ellos Byakuya pudo ver de qué hablaba, era un hombre desnudo, de ojos marrón chocolate, cabellera anaranjada y figura bien torneada, el frio que lo rodeaba se volvía cada vez más insoportable, entonces al llegar junto a Grimmjow se dirigió a los dos hombres.
-Soy Kurosaki Ichigo, y éste es mi hijo
-Eres un maldito bastardo
-No, soy lo que ustedes llaman íncubo y tal vez debiste poner más atención a tu hija.
Lentamente, el frio y las sombras se fueron disipando, al aclarar bien la vista se encontraron con que el pequeño ya no estaba en brazos de Grimmjow y además el chico que había aparecido se había ido, al parecer vino a reclamar lo suyo, con esto se había llevado dos vidas inocentes, la bella Rukia estaba muerta y ahora el principe Grimmjow yacía en el suelo, una mortal puñalada le había arrebatado la vida.
Byakuya cayó pesadamente de rodillas, puso sus manos en su cara y dejó salir las lágrimas que había guardado durante todos estos años, desesperado gritó:
-¿Qué he hecho?
Dias después encontraron su cuerpo, ahorcado sobre el de su hija y junto al del principe, a lo lejos un par de ojos cafés observaban cuidadosamente la escena mientras mesían un pequeño bebé que dormía plácidamente.
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Yacía en la soledad del frío bosque, tendida en el suelo, luchando por dar a luz, el dolor del momento era indescriptible y el desprecio de su padre lo hacía aún más insoportable, no le quedaba más que aferrarse a lo único que le quedaba en el mundo, una criatura que no encajaba con su bella inosencia, una bestia que luchaba por salir de su vientre y febrilmente se abría paso por las entrañas de la chica, un ser bellísimo, de sangre helada y mirada vacía, de ella, lentamente, nacía un demonio.
Kuchiki Rukia, una chica bellísima, piel nívea, ojos violeta azulado, cabello negro como la noche, labios carnosos y nariz respingada, cuerpo grácil y elegante, de baja estatura y una personalidad demaciado fuerte como para las señoritas de la época, pertenecía a una prestigiosa familia noble, los Kuchiki, un linaje de cientos de años de antigüedad, tradición y elegancia las llevaban en las venas.
Rukia tenía a su padre, Kuchiki Byakuya, un hombre guapísimo, sueño de todas las chicas de sociedad, frío y calculador era un señor muy apegado a las reglas, los principios y la tradición, podría describirse como un caballero "enchapado a la antigua", además de que nunca mostraba sus sentimientos, pero no siempre fue así, años atrás se había casado con una campesina; Hisana, una chica sin apellido pero que, a pesar de la diferencia de clases había logrado llegarle al corazón, Hisana era una mujer muy especial, además de preciosa, de su matrimonio nació Rukia, una niña idéntica a ella pero lastimosamente Hisana murió al dar a luz, su cuerpo era muy frágil.
Desde el inciedente con su esposa a Byakuya sólo le quedaba una conexión a ese amor tan profundo que alguna vez sintió, Rukia. Trataba a su niña como a una muñeca de porcelana, compraba para ella los vestidos más costosos, ataviados de encajes, tules y adornos de las más bellas telas y la más fina pedrería, le traía toda clase de alimentos nutricionales que le mantenían la piel bella y radiante, dulces para cumplir sus caprichos, que solían ser pocos, carísimos oleos y lienzos, joyas de oro, diamante y zafiros, de los que gustaba mucho, su enigmático color azul la atrapaba y podía pasar horas mirándolos, imaginando un mundo diferente.
Rukia era la chica perfecta, hermosa, talentosa y obediente, sabía tocar el arpa, el piano y la ocarina, tenía una voz celestial y un especial talento para la pintura, podía atrapar cualquier momento en el lienzo o dibujar sentimientos con carboncillo y papel, también gustaba del baile, se movía con la elgancia de una gacela, sencillamente facinaba a todos con su ostentosa cantidad de talentos, en especial a su padre, quien le admiraba con especial devoción, esa chica era el reflejo exterior de su amada, pero por dentro, no podían ser más diferentes, a pesar de la sensibilidad artística de Rukia, ella era una chica con un temperamento muy fuerte, sacarle una sonrisa que no fuera simple pose se convertía en una misión imposible, además de ser fría, como su padre, en cambio Hisana, era como un sol, bella, vivás, amable y con una sonrisa permanente en el rostro, incluso en el momento de su muerte, luego de ver a su pequeña sonrió, era un alma sincera y siempre lo seguiría siendo.
Byakuya amaba demaciado a su hija, recibía diariamente una infinidad de ofertas para comprometerla, principes, duques, varones, hasta ilusos campesinos le pedían la mano de su bella niña pero el negaba todas las peticiones, no había hombre en este mundo digno de su hija, aunque sabía que tenía que buscarle un marido pronto, si no la sociedad empezaría a hablar, por el momento Rukia era joven, pero nada dura para siempre, entonces sería tarde, y aunque quisiera que ella estuviera siempre para él, tarde o temprano también moriría y no quería dejarle sola, sería injusto de su parte.
Luego de una incansable búsqueda, exaustivas investigaciones y un sin fin de pruebas tenía dos candidatos a convertirse en esposos de su hija; el hijo del duque, Ulquiorra Ciffer, y el principe Grimmjow Jeaguerjaques, ambos muy buenos postores y además hombres adinerados.
No sabía a quién elegir, ambos eran caballeros dignos, además de apuestos, ambos amaban a Rukia y ella sentía gusto por ambos, hubiese sido una decisión difícil de no ser por el rumor que corría respecto a Ulquiorra, a odios de Byakuya llegó un chisme que hablaba sobre una aventura que envolvía a Ciffer y una dama de nombre Inoue Orihime, al aprecer mantenían una relación desde un par de años atrás, pero al no ser Inoue una chica de sociedad, se había mantenido en secreto, para comprobar la vericidad de la noticia, Byakuya envió un espía a seguir a Ulquiorra sin que Rukia lo supiera, si era verdad el espía tenía ordenes estrictas.
Al seguirle durante un par de horas a través del bosque de los lamentos, llamado así por los escalofriantes sonidos que perpetraban durante la noche, encontró con que en la espesura de éste, el palido candidato de Byakuya se dirigía a una pequeña cabaña, en la cual, al parecer se encontraba alguien puesto que salia un débil humo de la chimenea. El hombre esperó a que Ulquiorra entrara a la cabaña y se escondió habilmente para poder mirar a través de la ventana, al asomarse encontró al hijo del duque muy acaramelado con una chica de inmensas curvas, divina por cierto, entonces, siguiendo las ordenes de su jefe disparó contra el joven, dejando un charco de sangre en el suelo y a su chica llorando desesperadamente sobre el cadáver de su amado, cuando el espía de Byakuya se fue Orihime se ahorcó sobre el cuerpo del Ciffer, dejando una escena macabra pero testigo de un amor.
-Mi lord, el trabajo está listo, cuando encuentren el cuerpo creeran que le robaron.
-¿Qué paso con la doncella?
-No lo se mi lord, cuando me fui lloraba desesperada sobre el cadáver del hijo del duque.
-De acuerdo, gracias por tu trabajo, tu paga está sobre la mesa.
-Gracias mi lord, me retiraré cuanto antes.
Un par de días después se encontró el cadáver de Ulquiorra Ciffer, como había prometido el hombre se había dicho que había muerto por un robo, entonces Orihime por desesperación se había ahorcado, Rukia lloró la muerte de su pretendiente un par de semanas, aunque el hecho de que estuviera con otra la ayudó a superar el hecho de forma más simple, luego de guardar luto por la reciente muerte se tomó la decisión de que Rukia se casaría con Grimmjow, unos cuantos meses de preparativos y la adorada hija de Byakuya ahora sería de otro, eso no lo ponía muy feliz pero si su hija se sentía bien, nada más importaba.
Dichosa, no, feliz, no, complacida, tampoco, resignada, tal vez, Rukia se había comprometido con el apuesto principe Grimmjow Jeaguerjaques pero no se sentía bien con ello, era cierto que le gustaba mucho, era apuesto, caballero y le amaba pero ella no sentía más que admiración y cariño hacia el hombre, aunque si casarse con él haría feliz a su padre ella estaría bien.
Durante un par de meses Grimmjow trató de ganarse el corazón de Rukia con costosos regalos, paseos a lugarse mágicos e incluso uno que otro beso robado, el cariño entre ellos había crecido inmensamente pero no era más que eso; cariño, ambos estaban dispuestos, Grimmjow idolatraba a esa chica, ella le tenía una inmensa admiración pero amor, eso nunca existió.
Hace bastantes años que no había una noche sin luna, pero ésta era distinta, una noche negra, fria, escalofriante, había una carga eléctrica en el aire capaz de distorcionar la propia realidad, como casi todos los día Rukia subió a acostarse temprano, su cuarto se encontraba especialmente helado y la tensión se cortaba con la mano, como si hubiera algo más allí, algo que no podía ver, sin prestar mucha atención se pusó la pijama de seda azul cielo y con el calor del fuego de su chimenea se durmió en cuestión de segundos.
Faltando unos cuantos minutos para la media noche la chica despertó apurada, puso sus ojos en cada rincón del cuarto pero no encontró nada, cambió de posición y al girar en la cama se encontró con una alta figura en el dosel del lecho, una tenue luz que entraba por la ventana le dió una perfecta imagen de un hombre desnudo, cuerpo muy entallado, musculos definidos, expresión dura, ojos marrón chocolate, ceño fruncido y lo más engmático; una brillante cabellera naranja. Ante la presencia de aquel extraño Rukia no sintió ninguna clase de miedo, no sabía por qué pero había algo en aquel hombre que le inspiraba confianza, o más bien atracción.
-¿Quién eres?
-Kurosaki Ichigo
-¿Qué haces en mi habitación?
-Eres mía
-¿De qué demonios hablas?
-Esta noche, al fin, luego de tantos años, serás mia
-¿Pero qué dices, eres un fenómeno, alejate de mi?
-Pequeña Rukia, soy tu destino.
El apuesto hombre se acercó a ella, retiró las mantas que le cubrían y empezó a deslizar lentamente la larga pijama rozando suavemente la nívea piel de sus torneadas piernas, Rukia mostró resistencia trtando de escapar por el lado contrario de la cama pero el mismo espectro la atrapó por los hombros y la arrojó bruscamente al suelo, justo como había hecho con la larga falda deslizó el tirante de su hombro izquierdo dejando al descubierto el perfil de sus pequeños pechos, Rukia cerró los ojos.
-Mi lady, levántese, es hora de su desayuno con lord Grimmjow.
-¿Qué, qué está pasando?
-Tiene que alistarse para encontrarse con su prometido.
-Oh, gracias a Dios, fue sólo un sueño.
-¿De qué habla mi lady?
-Nada importante Momo, prepara mi baño, iré en un minuto.
-Como ordene mi lady.
Rukia alistó el nuevo vestido que su padre había comprado para ese día en especial, color blanco con encaje negro, cuello bandeja y mangas largas, sentía especial simpatía por esa clase de ropa, le lucía perfecta puesto que era pequeña y delgada, entonces el escote no se veía vulgar en ella, alistó los accesorios y se dirigió al baño que había preparado para ella Hianmori.
El agua estaba deliciosa, tibia y aromatizada, jutso como a ella le encantaba, entonces cuando estaba bañando su espalda se fijó en un pequeño rasguño en su hombro, más bien como tres uñas que se habían clavado en su piel, entonces recordó cuando en su sueño, ese hombre la había tomado por los hombros para arrojarla al suelo, lavó la herida y sintió un frío espectral en vez del ardor normal de las cortadas, miró horrorizada el pedazo de piel pero luego de retirar la esponja quedó como nueva, decidió restarle importancia creyendo que simplemente era una alucinación por la impresión del sueño, terminó de bañarse y se perfumó para su pretendiente, ese día saldrían de paseo y en la noche asistirían a un baile.
Había sido una tarde muy placentera, caminaron a orillas del lago, a trevés del camino de piedra del bosque, almorzaron en un pequeño claro repleto de flores y al aterdecer tuvieron que separarse puesto que como aún no estaban casados no podían llegar juntos al baile, Rukia retocó un poco su rostro con el maquillaje que su padre había traído de Francia, se puso una gargantilla de oro con retoques de plata y arregló un poco su cabello, subió al carruaje que le esperaba fuera de la mansión y llegó deslumbrante al baile de máscaras, se puso la suya color plateado y entró esperando encontrar a su prometido.
Al pasear la mirada por el salón no encontró la cabellera azul cielo que llegó buscando, pero algo llamó su atención, un hombre de elvada estatura con el cabello naranja brillante, no supo ni por qué pero se dirigió corriendo hacia donde estaba el chico y sin el menor atizbo de desencia le levantó la máscara para llevarse una completa desilución al encontrarse con un hombre al que jamás había visto, el aludido se alejo de ella con una mirada de disgusto a la que no le prestó atención.
Luego de pensar que se había vuelto paranoica por su más reciente sueño decidió ir a buscar una bebida, al servir el champagne se encontró con el principe Jeaguerjaques quien le saludo con un suave beso en la delicada mano y la invitó a bailar, danzaron al ritmo de la suave música unos veinte minutos y luego se dirigieron afuera a tomar un poco de aire fresco, Grimmjow la abrazó por la espalda mientras la escoltaba al bello jardín afuera del castillo.
Al sentarse en la orilla de una fuente de mármol el principe quitó la mano con la que sostenía a Rukia de la espalda, entonces sintió algo húmedo, miró sus dedos y estaban cubiertos de sangre, se alarmó y le dijo a la chica que se volteara para poder ver que tenía, obdiente la Kuchiki giró levemente su espalda y retiró el cabello que le cubría los hombros, así el chico pudo ver tres rasguños que se extendían desde su hombro hasta unos tres centimetros en su espalda.
-Dios, querida ¿Qué te ha pasado?
-No- no lo se, durante el día no los tenía
-Buscaré un galeno que te revise esas heridas
-Gracias por preocuparte pero no es de gran importancia
-Pero podría ser grave, traeré a alguien
-Bien, como quieras.
El principe se fue al interior del castillo pidiendo a Rukia que le esperara en la fuente, ella solamente se recostó sobre una estatua y esperó pacientemente el regreso de su prometido, entonces una sombra llamó su atención, la chica dirigió la mirada a través de unos arbustos y pudo ver una grande silueta, entonces el ambiente se tornó insoportablemente frio, el agua de la fuente empezó a cristalizarse y la figura se acercaba lentamente a ella, cada paso le daba una vista más definida de el espantoso ser, era el mismo que el de su pesadilla, brillante cabellera naranja y apuesto como ninguno, justo cuando le iva a tocar la mejilla entró corriendo Grimmjow y el ambiente cambió drásticamente, como si jamás hubiese existido un frio tan espectral, aunque Rukia no podía olvidar la extraña sensación, Grimmjow quizo mostrarle el razguño al doctor que había traido pero al destapar la espalda de Rukia no había nada.
Luego del baile la pareja quedó exausta, cada uno se retiró a su mansión, Rukia se preparó para dormir, cepillos sus cabellos y se puso una pijama de seda rosa, como la noche anterior encendió la chimenea y durmió plácidamente.
De nuevo, casi al llegar la media noche un frio espectral invadió la habitación, el fuego de la chimenea se apagó de un solo soplo de viento gélido, Rukia despertó rápidamente y se sentó en su cama mirando para todo lado, de nuevo no encontró nada, pero no podía volver a recostarse así, cerró por un momento los ojos y al abrirlos allí estaba él, en los pies de su cama, de nuevo con esa expresión dura en el rostro mirandola fijamente, desnudandola con la mirada, era aterrador, ese espectro, endemoniadamente guapo pero vacío, frió.
-¿Qué haces aquí de nuevo?, esta vez gritaré
-será inútil, esta noche serás mía
-¿Pero de qué hablas?, no digas más estupideces, vete y no vuelvas
-Esperé mucho, será hoy
El hombre la tomó de los pies y la atrajo hacia él, cuando la tuvo completamente inmóvil le sacó la pijama de un solo tajo, no le quedaba más que la delicada ropa interior con la que dormía, el monstruo se deleitaba con las suaves curvas que podía apreciar de ese pequeño cuerpo, la tomó bruscamente de las muñecas y empezó a oler desde su cuello hasta sus pechos, la chica estaba desesperada y empezó a gritar, se agitó bajo las garras de la bestia y cuando abrió los ojos estaba de nuevo en la claridad de su habitación, tenues rayos de sol se colaban por las ventanas y al parecer todo estaba normal, la pesadilla de la noche anterior le había atacado de nuevo.
-Señorita Rukia, el señor Byakuya le espera en la mesa.
-Gracias Nemu, bajaré enseguida.
Rukia se aseó rápidamente, cuando se estaba poniendo el vestido se fijó en un par de marcas moradas en sus muñecas y tobillos, las lavó con la esponja y desaparecieron, tal y como el día anterior, esto estaba empezando a asustarla, pero como había hecho antes decidió dejar así, se alistó con un sencillo vestido azul y bajó a donde le esperaba su padre.
-Rukia, tengo algo importante que decirte.
-Si, señor padre
-Grimmjow fue atacado ayer, al parecer buscaban robarle y entraron en su mansión, entonces el opuso resistencia y lo golpearon.
La chica casi escupe el té que tenía en la boca, había recordado el día anterior cuando esa bestia la había atacado en el castillo, ¿A caso se había enojado con Grimmjow por haber visto su herida?, pero qué tonterias decía, ya estaba alucinando con es pesadilla, tenía que hacer que le revisaran la cabeza o tarde o temprano la perdería.
-Señor padre ¿Puedo ir a visitarlo?
-Irás en la mañana, ya tengo un carruaje listo para ti.
-Gracias Señor padre.
Rukia llegó a la mansión de Grimmjow y lo encontró en su cama, con una gran cantidad de moretones en el cuerpo, al verla entrar el muchacho se sentó con dificultad, ofreciéndole una mirada de preocupación, al notar que la chica se encontraba en perfecto estado, al menos para sus ojos, se tranquilizó un poco, la invitó a que se sentara a su lado y le acarició la mejilla.
-Si te cuento algo, ¿Me creeras?
-Bueno, depende de lo que sea
-No fueron ladrones, ni varias personas, fue un hombre, alto, cuando llegó todo se puso frío.
-¿Tenía el cabello naranja?
-Si, pero ¿Cómo lo supiste?
-Por dios Grimmjow lo he visto durante dos noches, siempre creí que era una pesadilla, pero tu también lo viste, ¿Qué podrá ser? Esto me asusta mucho.
El principe dirigió la mirada a las amoratadas muñecas de su prometida, tomó una de las manos y la besó delicadamente, Rukia le pidió que descansaran y se retiró de la habitación del chico, luego de hablar con él le quedó la completa seguridad de que lo que le pasaba no era producto de un sueño, ni mucho menos, esto era real y si no acababa podría traer graves consecuencias.
Como todas las noches la chica se preparó para dormir, peinó su cabello y se puso una bata de seda roja, encendió la chimenea y se acostó intranquila, tal vez debería quedarse despierta para prevenir cualquier ataque pero el cansancio y el sopor terminaron por apoderarse de ella y se la llevaron lentamente a los brazos de morfeo.
Como las dos noches anteriores, esta era una noche sin luna, el frío congeló el ambiente, se apagó el fuego de la chimenea y Rukia despertó asustada, no quería abrir los ojos, sabía que le esperaba, finalmente la curiosidad le ganó la batalla y al mirar alrededor no encontró nada, parpadeó un par de veces pero nada, tal vez ya había parado, se recostó nuevamente y trató de dormir, pero al cerrar los ojos sintió como la manta que la cubría se deslizó lentamente hacía el suelo.
Al abrir los ojos se encontró de nuevo con él, ese monstruo la miraba fijamente, pero esta vez había algo diferente en su mirada, un dejo de desepero embargaba sus orbes cafes, algo le decía a Rukia que no había conseguido lo que quería, entonces eso lo volvió más implacable, incluzo más salvaje, si podía parecerlo.
-Han pasado dos noches, es la tercera, hoy serás mía y nada va a impedirlo
-¿Qué quiéres de mi?, no soy nada tuyo, déjame maldito idiota
-Desde que naciste, desde que tu madre murió, estás marcada por el destino Kuchiki Rukia, y ese destino se remonta todo a hoy.
-¿De-desde que nací?
-Terminemos con esto de una vez.
El espectro subió a la cama, pusó a la chica debajo de él y le sacó la bata roja, le arrancó la ropa interior y admiró el precioso cuerpo desnudo, no sabía el por qué pero a Rukia ya no le quedaban animos de resistirse, al parecer el destino era inminente, la bestia olio desde su cuello hasta sus pechos, su abdomen, su entrepierna, hasta sus pies y subio de nuevo dejando ligeros rastros de saliva en el cuerpo de la mujer, sin pudor alguno tocó cada rincón accesible, manoseo las pequeñas curvas mientras ésta estaba petrificada en su lugar, dejando al monstruo hacer lo que le viniera en gana con ella.
Luego de divertirse un poco tocando, oliendo y provando decidió que había llegado el momento, Rukia sacó un par de lágrimas silenciosas, esa vestia se había robado su virginidad y su cuerpo era asquerosamente frio, aunque en ese momento no tenía idea de cual de los dos era más asqueroso, si el de él o el suyo propio, luego de un rato el hombre terminó, se alejó con una sonrisa sínica y la dejó ahí, tendida, llorando silenciosamente mientras se aferraba a las sabanas.
Rukia despertó confundida, la pesadilla de la noche pasada fue insoportable, es vestia la atacó sin piedad, aunque solo había sido una pesadilla ¿O no?, le dolía el cuerpo entero, pero tal vez solamente era la tensión del momento, se paró rápidamente y decidió ir a bañarse, al volver a su habitación encontró una escena que la confundió, su hermano y un par de criadas estaban alrededor de su cama discutiendo.
-¿Qué pasa señor hermano?
El hombre, fúrico, se volteó hacia su hija y sin que ésta se lo esperara la golpeó haciéndola caer al suelo, con lágrimas de dolor por el golpe, y por el orgullo Rukia volvió a levantarse y estupefacta miró fijamente a su padre.
-¿Pero qué pasó?
-Niña insolente, yo confiaba en ti, ¿Cómo pudiste?
-¿De qué hablas?
El hombre señaló la sábana blanca que cubría el gigantesco colchón y en el centro, una pequeña mancha, prueba de que lo que había pasado la noche anterior había sido más que real.
-Aprovechaste que tu prometido se encuentra en cama y como cualuier zorra tuviste relaciones antes de casarte, y con otro.
-Yo no, Señor hermano, yo...
-No quiero que me des pobres escusas, vistete y luego veremos qué hacer.
Byakuya decidió no contarle lo acontecido a Grimmjow y si en el momento donde Rukia debía entregar su virginidad a su esposo éste se daba cuenta de tal atrozidad estaría dispuesto a pagar una dote extra por el silencio del hombre, nadie mancharía el nombre de su hija, menos el suyo, antes perdía toda su fortuna.
Un par de mese luego de lo acontecido Rukia no recibió más visitas bestiales, pero algo andaba mal, su vientre crecía lentamente, no era exceso de comida ni nada que se le pareciera, Byakuya decidió llevar un doctor a la mansión para que revisara a la chica, éste lo remitió a la partera confirmando sus sospechas; Rukia estaba embarazada.
El mayor de los Kuchiki, embargado por la ira sacó a su hija de la casa, la exilió de su familia y la condenó a vivir como cualquier criada, trabajando día y noche en las labores del hogar, Rukia obedeció sin rechistar, no estaba en posición de contradecir a su padre.
Tal vez la desición de sacar de esa forma a su hija había sido muy drástica pero ya no podía hecharse para atrás, ella había arruinado su honor y le había hecho quedar en ridículo enfrente de toda la sociedad, ahora el peso de sus actos lo cargaría ella sola.
De vez en cuando Rukia asistía donde una amiga suya, la partera Unohana Retsu, le asustaba demaciado lo que crecía en su interior, su vientre permanecía frío todo el tiempo, en la noche lo helado de su interior no la dejaba dormir y cuando el pequeño se movía era como sentir un tempano de hielo moviéndose dentro de ella, en las noches sin luna esa bestía que le había metido aquel monstruo en el vientre la visitaba, aunque nunca le hacía nada, solamente la miraba durante toda su pesadilla y de vez en cuando pasaba su gélida mano por el vientre de ella, como acariciando un tesoro, luego ella despertaba, como siempre, sintiendo su vientre inusualmente frío.
La chica empezó a sentir insesantes dolores, las contracciones la estaban acosando, habían pasado casi nueve meses y la criatura quería nacer, Rukia quería sentarse en el suelo y sacarla, pero llegó una de las criadas; Hinamori Momo, apurada le avisó que Byakuya le había pedido a un cazador que justo cuando el pequeño naciera lo apuñalara, asi ocultando el hecho de que Kuchiki Rukia alguna vez había tenido un hijo, así de alguna forma terminaría encontrando un pretendiente para ella, así no fuera un principe o un duque, su hija no se quedaría soltera.
Al enterarse de la espantosa noticia Rukia escapó corriendo con dificultad por el dolor, no sabía a donde ir, involuntariamente sus pasos la llevaron a lo profundo del bosque de los lamentos, cuando Byakuya vio la partida de su hija tomó un corsel y con un par de obreros salió en la búsqueda de la chica, al enterarse a dónde se dirigían Grimmjow los acompaño, sus heridas ya estaban casi curadas.
Yacía en la soledad del frío bosque, tendida en el suelo, luchando por dar a luz, el dolor del momento era indescriptible y el desprecio de su padre lo hacía aún más insoportable, no le quedaba más que aferrarse a lo único que le quedaba en el mundo, una criatura que no encajaba con su bella inosencia, una bestia que luchaba por salir de su vientre y febrilmente se abría paso por las entrañas de la chica, un ser bellísimo, de sangre helada y mirada vacía, de ella, lentamente, nacía un demonio.
El pequeño monstruo nació de ella luego de un dolor inimaginable para Rukia, lentamente recobró la fuerza bebiendo un poco de agua de un pozo cercano, tomó al chico en sus brazos y lo limpió con la misma agua, admiró el pequeño cuerpo y vio su gran parecido con la bestia que la había condenado, tenía el cabello negro como la chica pero los ojos marrones, vacíos como ese hombre, no parecía un bebé, más bien una cosa, pero era suyo, le besó la cabeza, se recostó en el pasto con su niño en brazos y cerro los ojos lentamente, para jamás volverlos a abrir.
-¿Dónde está maldita sea?
-Maldiciendo no arreglas nada Byakuya.
-Lo se, lo entiendo, veo que me equivoqué, pero es tarde para arrepentirse...
Los dos hombres se vieron interrumpidos por un viento helado, se apageron las antorchas que llevaban los criados y al moverse unos cuantos pasos encontraron el cuerpo sin vida de Rukia y en sus brazos un pequeño vulto que ese movía insistentemente, Grimmjow se acercó lentamente, soltó el agarre en el que tenía a su amada al pequeño y lo alzó en sus brazos, se estremeció bajo el horrible frio que emanaba el pequeño, parecía abrazando un cubo de hielo, entonces vio el rostro del niño y apretó el pequeño cuerpo horrorisado.
-E-es igual a él
-¿De qué hablas, el padre del niño?
-No es como "El padre del niño", es igual a ese monstruo, no debiste haberlo hecho
-¡Pero escucha lo que dices, estas alucinando!
-Te lo digo, no me robaron, fue esa bestia, esa cosa que aparecía en las pesadillas de Rukia...
Grimmjow se vio interrumpido por un frio mayor al que habían sentido antes, hacia ellos, lentamente, se acercaba una sombra, cada paso la volvía más deifnida y al llegar junto a ellos Byakuya pudo ver de qué hablaba, era un hombre desnudo, de ojos marrón chocolate, cabellera anaranjada y figura bien torneada, el frio que lo rodeaba se volvía cada vez más insoportable, entonces al llegar junto a Grimmjow se dirigió a los dos hombres.
-Soy Kurosaki Ichigo, y éste es mi hijo
-Eres un maldito bastardo
-No, soy lo que ustedes llaman íncubo y tal vez debiste poner más atención a tu hija.
Lentamente, el frio y las sombras se fueron disipando, al aclarar bien la vista se encontraron con que el pequeño ya no estaba en brazos de Grimmjow y además el chico que había aparecido se había ido, al parecer vino a reclamar lo suyo, con esto se había llevado dos vidas inocentes, la bella Rukia estaba muerta y ahora el principe Grimmjow yacía en el suelo, una mortal puñalada le había arrebatado la vida.
Byakuya cayó pesadamente de rodillas, puso sus manos en su cara y dejó salir las lágrimas que había guardado durante todos estos años, desesperado gritó:
-¿Qué he hecho?
Dias después encontraron su cuerpo, ahorcado sobre el de su hija y junto al del principe, a lo lejos un par de ojos cafés observaban cuidadosamente la escena mientras mesían un pequeño bebé que dormía plácidamente.
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